Cuatro científicas del CONICET reflexionan sobre la incidencia de la perspectiva de género en los procesos de investigación y señalan los aportes de este campo a la inclusión de mujeres y diversidades.
El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer para reivindicar las luchas por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio efectivo de los derechos de estos colectivos.
En el marco de esta fecha, designada de manera oficial por Naciones Unidas en 1977, cuatro científicas del CONICET analizan la incidencia de los feminismos en los procesos de investigación y mencionan, desde sus disciplinas, algunos aportes de la ciencia y la tecnología a la inclusión de mujeres y diversidades
¿Cambian los temas que se investigan?
La psicóloga y becaria del Consejo en el Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF, CONICET-SADAF) María Victoria Cano Colazo señala que las mujeres han sido históricamente excluidas de la investigación. Por ello, estima fundamental poner en valor sus modos y estilos de producir saberes y otorgar “autoridad epistémica a las teorías generadas por las mujeres cuando durante mucho tiempo se las ha representado como inferiores o desviadas de la norma con respecto al modelo masculino”. Indica, además, que hay que impulsar la construcción de conocimiento científico y tecnológico que no reproduzca o refuerce las jerarquías de género y explica que la incorporación del feminismo a la discusión pública ha impactado en las teorías, temas y metodologías de investigación.
De acuerdo a Laura Sarmiento, arquitecta e investigadora del CONICET en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS, CONICET-UNC), “los feminismos nos abren el horizonte de transformación. Permiten poner en el centro de la agenda cuestiones que antes ni se podían nombrar, como las dimensiones de lo doméstico y de la vida cotidiana. De alguna manera, corren el velo de la censura social y nos incomodan con una responsabilidad colectiva”. Luego agrega que los feminismos “han permitido crear retóricas para nombrar las injusticias que nos duelen como sociedad y así darnos la posibilidad de pensar y armar estrategias para su transformación”.
Por su parte, María Paula Raffo, bióloga e investigadora del CONICET en el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR, CONICET), indaga en torno a las Ciencias Biológicas y la relación entre la manera de formular las preguntas científicas y el cambio de paradigma que genera el incorporar a la ciencia una mirada feminista. Por ejemplo, de acuerdo a la especialista, se evidencia el valor que se les atribuye a algunos organismos por ser especies carismáticas o estéticamente bellas. En contraste, el estudio de otros organismos no considerados con tales atributos se encuentra de modo frecuente con la pregunta por su utilidad. “Tenemos una mirada antropocéntrica donde lo que no es lindo tiene que ser útil. El feminismo nos ayuda a comprender que todas esas cosas son impuestas. Entonces, esto nos lleva a replantearnos qué estándares tenemos: ¿Debemos cumplir con esa belleza? ¿De dónde sacamos esos conceptos? ¿Por qué los aplicamos al estudio de la naturaleza?”, se pregunta la bióloga. Asimismo, enfatiza que la pérdida de hábitat y de recursos naturales repercute en la salud humana y en la economía: “Primero impacta en las minorías y, dentro de las minorías, siempre están las mujeres como un grupo en desventaja. Entonces, es fundamental repensar el cuidado del ambiente y la conservación incluyendo una perspectiva de género a la hora de hacer ciencia”, asegura.
Sobre este aspecto, la astrónoma e investigadora del CONICET en el Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITeDAM, CONICET-CNEA-UNSAM) Beatriz García destaca que en su disciplina “tal vez no se modifican los temas de investigación, pero sí los grupos: donde hay mujeres, más mujeres se acercan para ver si pueden trabajar, planificar una tesis, realizar una investigación o colaborar en la comunicación pública de la ciencia”. Al respecto, sostiene que la comunicación permite exponer los problemas que afectan a las feminidades -como situaciones de discriminación, desigualdades en las tareas de cuidado y el menor acceso que los varones a las categorías más altas de investigación- y también visibilizar su participación en ciencia y tecnología. “Mostrar a las mujeres como hacedoras del conocimiento no solo es reivindicativo, sino que es necesario para asegurar la igualdad y terminar con los estereotipos”, asevera.
Los procesos de investigación
Laura Sarmiento puntualiza que “las investigaciones feministas son una epistemología distinta. No solo por encarnar una perspectiva situada y, por consiguiente, transformadora de los modos ‘asépticos’ tradicionales de investigación, donde lo único que importa es el ‘objeto de investigación’, sino porque incorporan toda una ética relacional de categorías, donde se visibilizan y se nombran las relaciones de poder y sus jerarquizaciones”.
Para María Victoria Cano Colazo, “los feminismos obligan a repensar las prioridades de la investigación y los resultados. También, a generar ideas e hipótesis sensibles al género. Es importante que los proyectos dejen de lado las ideologías sexistas y androcéntricas dominantes”. Esto conlleva, de acuerdo con la psicóloga, tener presente la necesidad de plantear la relevancia de las cuestiones de género, poniendo en duda la supuesta neutralidad que existe en la ciencia, e incorporar preguntas sobre cómo afectan, por ejemplo, las relaciones de género al objeto de investigación.
Por otro lado, Beatriz García considera que la participación de feminidades transforma los procesos investigativos: “De alguna manera, se producen cambios al incorporar a más mujeres y diversidades en los grupos, pero principalmente por el esfuerzo de esas mujeres y diversidades”.
María Paula Raffo expresa que la inclusión del feminismo en las ciencias obliga a redefinir los modos de nombrar. “Cuando trabajamos con organismos como los mamíferos, solemos hablar de hembras, de machos, de crías. En contraste, existe una gran diversidad de organismos de naturaleza no binaria que genera múltiples preguntas y formas más diversas de pensar la naturaleza. Para mí, eso está atravesado por el feminismo”, afirma. En esa misma línea, cuenta que algunas revistas internacionales de botánica ponen como requisito evitar el lenguaje sexista para aceptar artículos. “Es fundamental que esté expuesto el lenguaje que usamos. Y también entender que la perspectiva de género aparece desde la formulación de las preguntas”, señala.
Ciencia e inclusión
Beatriz García subraya la importancia del feminismo para repensar el trabajo de las científicas. “Aquí somos personas diciendo lo que creemos que es justo, tratando de correr las barreras sistémicas que impiden el progreso real de las mujeres y poblaciones LGBTIQ+ en la sociedad, que las mantiene en determinado lugar, como si eso estuviera inscripto en el ADN, y que las lleva, en muchos casos, a abandonar la ciencia. El ámbito científico no es distinto a otros, solo es reducido, y allí cualquier cosa que tenga que ver con la discriminación se manifiesta muy claramente”, analiza la astrónoma y aclara que “las mujeres debemos ser bastante empecinadas para conseguir lo que deseamos y convencidas de que, más allá de la situación que nos rodea, lo que hacemos es interesante y nos gusta”.
Laura Sarmiento plantea que la ciencia y la tecnología se reproducen desde una subjetividad colonial, patriarcal, capitalista y centrada en la adultez. En su línea de investigación, la gestión feminista del hábitat, sostiene que “la moral técnica determina desde dónde y hasta dónde llegará la responsabilidad colectiva. Entonces, es necesario responder como sociedad a quién le cabe preguntarse por la violencia que se gesta en la frontera de lo doméstico o de lo privado. La construcción de una argumentación científica, que permita una episteme compuesta por voces plurales, abre la posibilidad a que una ética feminista tenga lugar y, con ella, la perspectiva de los cuidados”.
Desde la biología, María Paula Raffo forma parte de un proyecto vinculado a la alimentación. Identifica que, a lo largo de la historia, muchas mujeres han protegido la naturaleza, entendiendo que sin ella no habría alimentos disponibles. Detalla que, si bien el cuidado del ambiente ligado a la protección y seguridad alimentaria de las familias no es algo inherente al género, da idea de un movimiento ecofeminista. En la actualidad, muchos alimentos que provienen del mar son recolectados y procesados por mujeres, como es el caso de las algas marinas, que pueden incorporarse a los platos de forma sencilla. Según la investigadora, ello es sustancial para grupos con menor acceso a alimentos de alto valor nutricional. “Hay numerosas actividades de pesca o recolección en el mar que estaban abordadas principalmente por hombres y hoy hay más mujeres involucradas. Al plantear un trabajo científico, tenemos que favorecer la inclusión de mujeres y diversidades y priorizar como objetivo la igualdad de género”, destaca la bióloga.
Por último, María Victoria Cano Colazo concluye que “las investigaciones desde una perspectiva feminista deben tratar de transformar la realidad social en general y, en particular, la realidad de las mujeres, diversidades y sujetos subalterizados”.
Por Sofía Bernat
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