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El verano en Bahía Blanca: el calor de las sensaciones y la frialdad de los números

El meteorólogo Carlos Zotelo analiza los datos del clima del primer trimestre del año, sus resultados indican una diferencia entre cómo sintieron el verano los seres humanos y qué dicen los datos de las estaciones meteorológicas la ciudad y la zona

 

Finalizando el primer trimestre del año, existe en el inconsciente colectivo bahiense, la sensación de haber vivido un verano más cálido que en años anteriores. Sin embargo, haciendo una primera mirada sobre los datos del clima podemos decir que el periodo estival en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, y particularmente en Bahía Blanca, tuvo un comportamiento normal, aunque signado por cierta variabilidad interna.

Al compararse distintos parámetros meteorológicos dentro de la temporada analizada, como temperaturas máximas y mínimas o cantidad de lluvias, surgen algunos puntos interesantes que ponen en tela de juicio la precisión del mundo sensorial, y es que, lamentable o afortunadamente, la ciencia no se rige por sensaciones, sino sólo por el lenguaje universal de los números.

Los datos relevados y la sensación de calor que compartimos en el inicio de la temporada coinciden en que enero fue, sin dudas, marcadamente más cálido que los anteriores e incluso que el promedio histórico para el mes. La ola de calor de más de 4 días de extensión que afectó a 14 provincias y dejó un registro de 43.6ºC en nuestra ciudad fue, el evento térmico más importante en ese sentido. Luego, el patrón fluctuante de la temperatura a lo largo de febrero supo actuar como mecanismo de compensación.

La serie de temperaturas máximas de enero a marzo, presentó una media de 28.5ºC mayor a la del período 1981-2010, que fue de 28.0ºC y que es la temperatura promedio que se emplea académicamente como referencia para realizar análisis comparativos. Sin embargo, tanto las térmicas medias, que alcanzaron los 21.9ºC como las de mínimas que indicaron 14.7ºC, fueron inferiores a sus contrapartes históricas, de 22.5ºC y 17.9ºC, respectivamente. En otras palabras, el verano presentó un aumento en su amplitud térmica respecto a los valores históricos, es cierto, pero lo que los números muestran es que las temperaturas mínimas fueron más bajas de lo normal mientras que las máximas permanecieron en sintonía con las estadísticas de otros años.

Por otro lado, no siempre mayor amplitud térmica se traduce en un aumento de energía por parte del sistema tierra – atmósfera. Sobre este aspecto otra conclusión del análisis refleja que la cantidad de horas efectivas de sol durante el trimestre (9.8 horas) fue sensiblemente menor que la correspondiente al período de referencia (11.0 horas), esto es evidencia de la presencia de nubosidad en forma más recurrente en el cielo bahiense.

En cuanto a las precipitaciones a lo largo de estos tres meses, los pluviómetros señalaron que con 257.1 milímetros se han superado los niveles históricos que son de 191.0 mm. Además, al analizar el patrón de distribución intradiario es claro que la mayor parte de la lluvia del periodo -58.3%- se registró durante el temporal de fines de marzo en el que el número llegó a 150.0 mm. En tanto, la cantidad de días promedio con lluvias (5 casos por mes) fue similar al promedio estadístico para la época. Es decir, que en la misma cantidad de tiempo que en otras temporadas hubo más lluvias, de mayor intensidad y severidad.

Los resultados son claros, este verano finalmente no fue más cálido, más bien lo contrario. Esta contradicción entre nuestra experiencia y la realidad que nos muestran los datos nos enfrenta al dilema de creer ciegamente en nuestras sensaciones o confiar en la frialdad de los números. ¿Existió un verano para los humanos y otro para las tecnologías que nos brindan la información?, puede que sea así. En tiempos de proliferación de la inteligencia artificial, darle todo el poder de nuestras decisiones y sensaciones a los números nos volvería autómatas, no debemos olvidar qué y quiénes somos. Que la supuesta exactitud de los números, no nos quite la maravillosa imperfección que nos hace humanos.

Por Lic. Carlos Zotelo. Meteorólogo del Centro de Recursos Naturales de la Zona Semiárida (CERZOS- CONICET-UNS)